"Confesiones del crucificado a la Izquierda de Cristo" Autor Daniel Toro

Me envió por correo certificado, una verdadera delicadeza en este tiempo  hiper-tecnologizado, una copia de su poemario "Confesiones del crucificado....", el ¿anti-poeta? Daniel Toro, lo pongo entre signos de pregunta ya que a esta altura supera con largueza este termino tan manido y antiguo, que a fuerza de usarse tanto perdió sentido, a no ser homenajear permanente y majaderamente a Don Nicanor Parra, viejo genial y patético al mismo tiempo.

Daniel Toro , lleva en esta obra las cosas a un extremo terrorífico, alarga la cuerda hasta la nausea, en donde Parra y Bertoni prefieren hacerse los chistocitos o jugar al payaso triste, Toro vomita vísceras, mierda y mucosidades varias, en una suerte de guerra personal donde no se toman prisioneros y solo deja muertos a su paso, como un huracán de pestilencias y ruinas al viento, que reserva en su centro (el ojo del huracán) una fría luz, una sabiduría de hielo.

Estos poemas me conmueven y me asustan, conmueven porque pese a tanto desgarro, todavía creo sentir el eco de ese pendejo de catorce años , que conocí hace ya tiempo en La Ligua, solitario, enamoradizo, que creía con una fe indoblegable que la poesía le salvaría la vida, que le daría aire en medio del horror de la vida cotidiana, le daría una brújula para no perderse en medio del asfixiante y mediocre ambiente de nuestro pueblo (que le gustaba auto denominarse ciudad). Todavía siento esos suspiros perdidos llenos de noche oscura, llenos de anti versos vinosos a orillas del rio ligua en tardes rojizas o a la sombra del cerro pulmahue en una casa que amenazaba a cada rato venirse ladera abajo, conversaciones con alas echas de ron, vodka , cerveza barata y música punk-rock en cassettes piratas, y pese a su terrorismo-poético ( tan distinto a la languida poesía de nuestros poetas provincianos de la tercera edad), siempre estuvo presente el niño en busca del padre, que se asusta frente a la vida y por tal razón juega con la muerte, como si fuera un mecano siniestro.

Es por todo lo anterior que me conmueven versos con ese sabor antiguo, "no vendrá nadie a salvarnos, como en los grandes finales de las películas románticas, no tendremos destellos gloriosos, ningún ideal nos sacara de la apatía y ninguna droga nos volverá adictos, puedes reírte cuanto quieras, solo trata de estrujar tu puñado de huesos, antes de venir a sentir que la vida se equivocó contigo"; y de verdad asusta e intimida cuando invoca a la desolación, a la destrucción y a la muerte de una forma que hace parecer a Pablo de Rocka como un inofensivo sentimentaloide.

Daniel Toro edita y se auto edita, porque siente la poesía como la sangre en las venas y a la par de la más profunda sensibilidad es capaz de estrujar de la vida lo más amargo de la existencia como si fuera el más ácido de los limones, luciferino, iluminado ¿profeta del caos?, suerte de Joker en una imaginaria ciudad Gótica... este texto lo siento como un regalo, un recuerdo de épocas más nobles, más soñadoras, cuando en lo personal yo pensaba que la poesía nos perdonaría la vida y la de todos aquellos que amábamos, pero la poesía no perdona nada y a nadie, pero parafraseando a Miguel Serrano : "estaba entregando su vida por algo que a lo mejor no existía, pero que era tan fuerte como para hacer perder la vida".

Lo notable de poetas como Daniel, es que no se pertenecen, su alma como que pertenece a un eterno futuro, extraño,enigmático, que siempre esta por venir, como que se adivina en el horizonte después de este apocalipsis, un futuro que algún día levantara la cabeza por sobre nuestras cenizas, nuestra sangre, y nuestras esperanzas muertas. Daniel ha construido una poesía que no tranza con nada, una poesía que esta destinada a ver ese día que profetizó ese otro demonio iluminado de la Rusia Eterna, Maiakosvki : "Cuando por fin todo el Universo, sea nuestro padre y nuestra madre, por fin sea toda la tierra"